Comentario de Las leyes de la Economía de Dani Rodrik
El comentario consta de dos partes: en la primera, se presenta un resumen del libro y, en la segunda, se hace una valoración sobre el mismo.
Con la crisis que comienza en 2008, muchos autores, economistas y no economistas, han mantenido que la Economía no ha sido lo útil que debía de haber sido para comprender lo que estaba sucediendo. Incluso algunos piensan que la fidelidad a ciertos modelos ha sido uno de los factores causantes de la crisis. Sea esta o no la causa, lo cierto es que la crítica a la labor de los economistas ha sido bastante severa. El libro de Rodrik hay que situarlo en este marco de cuestionamiento y duda, denunciando lo que se hizo mal y como se puede corregir y, al mismo tiempo, saliendo al paso de ciertas críticas al trabajo de los economistas que no considera justificadas.
¿Qué ha pasado con la Economía y los economistas para que, como escribe el autor en la página 12, en las reuniones interdisciplinares a las que asistía tenía la impresión de que “a los pocos economistas presentes, se les trataba como a los idiotas sabios de las ciencias sociales: muy buenos con las matemáticas y la estadística pero de muy poca utilidad en todo lo demás”?
A lo largo del libro, repetidamente se da respuesta a esta pregunta: los economistas fallaron porque, a la hora de explicar ciertos fenómenos de la realidad, siempre pensaron en El modelo y no en elegir aquel modelo, entre los disponibles dentro de lo que llamamos ciencia económica, que mejor explicara la situación considerada. Los economistas piensan que el modelo les dará acceso a las leyes universales y verdaderas que rigen los fenómenos sociales, de la misma forma que se hace en las ciencias naturales, la física o la biología, por ejemplo.
Pero, desde el comienzo, Rodrik nos recuerda que la Economía es una ciencia social y, por lo tanto, no podemos aspirar al mismo tipo de conocimiento que logran las ciencias naturales. “Tendencias y no leyes” es lo que escribió hace años Hutchison y es la guía del libro que se comenta. Los economistas no pueden aspirar a formular leyes universales de validez general sino una multiplicidad de modelos que proporcionan explicaciones parciales muy contextualizadas en el tiempo y en el espacio. Se trata, en cada momento, de saber qué modelo utilizar o, como dice Rodrik, hay que saber “navegar entre modelos” (pág. 93). Sobre la cuestión de porqué, en determinados momentos históricos, uno de estos modelos parece ofrecer el conocimiento universal y arrincona al resto, volveremos posteriormente.
Desde el primer momento, el autor destaca el papel de los modelos: “Los “modelos”- los marcos teóricos, abstractos y matemáticos, que emplean los economistas para intentar entender el mundo- son el corazón del libro. Los modelos son, a la vez, la fortaleza y el talón de Aquiles de la economía, y también los que la convierten en una ciencia” (pág. 18). Frente a las críticas del tipo: los modelos son demasiado simples, se basan en supuestos claramente incorrectos, son puras formulaciones matemáticas, etc. Rodrik contesta: “En realidad, los modelos sencillos elaborados por los economistas son absolutamente esenciales para comprender el funcionamiento de la sociedad. Su simplicidad, formalismo y desatención a muchas facetas del mundo real, es precisamente lo que los hace valiosos. Es una virtud no un error. Lo que hace que un modelo sea útil es que capture un aspecto de la realidad, y lo que lo convierte en algo indispensable, cuando se usa correctamente, es que capture el aspecto más relevante de la realidad en un contexto dado” (pág. 25).
¿Cómo evoluciona la ciencia económica? Los economistas elaboran modelos para dar cuenta de realidades diferentes que se presentan ante ellos. La ciencia económica es como una gran biblioteca en cuyas estanterías se van colocando los modelos como si fueran libros. Los nuevos modelos no desplazan a los ya existentes. Todos pueden ser útiles. En este sentido, Rodrik escribe: “Cada nueva generación de modelos no hace que las generaciones anteriores sean erróneas o menos relevantes; lo que hacen es ampliar el rango de conocimientos de la disciplina. El modelo de mercado perfectamente competitivo de toda la vida sigue siendo indispensable para dar cuenta de determinadas situaciones…..Los modelos antiguos siguen siendo útiles; los nuevos simplemente cubren huecos.
¿Progreso? Sí, desde luego que sí. La comprensión de los economistas sobre los mercados nunca ha sido tan sofisticada como en la actualidad. No obstante, es un tipo de progreso diferente al de las ciencias naturales: su expansión horizontal no presupone la existencia de inamovibles leyes de la naturaleza esperando a ser descubiertas, sino que lo que busca es desvelar y comprender las verdaderas posibilidades de la sociedad” (pág. 82).
¿Qué clase de ciencia tiene un modelo diferente para cada posible circunstancia? ¿Podemos decir que la Economía es realmente una ciencia? Sí, responde Rodrik “siempre que tengamos en cuenta que los modelos contienen información sobre las circunstancias en las que pueden ser relevantes y aplicables. Los modelos nos dicen cuando podemos usarlos y cuando no” (pág. 83).
Como vemos, lo relevante es cuando sacamos un modelo de la estantería y lo utilizamos para explicar una realidad determinada. Es lo que en la literatura se ha venido llamando “aplicabilidad” de las teorías aunque Rodrik utiliza la expresión “navegar entre modelos” que es el título del capítulo 3 del libro.
Cuando el economista pregunta cuál es el modelo apropiado para una situación dada, lo que está preguntando es sobre “cuál es el modelo que pone de manifiesto el mecanismo causal dominante en funcionamiento ya que tal modelo ofrecerá la mejor explicación posible de lo que está ocurriendo y es el que tiene más probabilidades de predecir las consecuencias de nuestras acciones” (pág. 95).
Para identificar el modelo apropiado para usar en cada situación, en el capítulo 3 propone un proceso en cuatro etapas que llama: verificación de los supuestos críticos de un modelo, verificación de los mecanismos propuestos por el modelo, verificación de las conclusiones directas y verificación de las conclusiones incidentales.
La verificación de los supuestos críticos de un modelo sirve para comprobar lo bien o mal que reflejan el entorno en cuestión. Un supuesto es crítico si su modificación en pos de un mayor realismo produce una diferencia significativa en la conclusión del modelo. La aplicabilidad de un modelo depende de lo cerca que estén los supuestos críticos del mundo real. No queda claro qué método se debe utilizar para medir la proximidad al mundo real. Aunque Rodrik presta atención a los otros tres tipos de verificación, no cabe duda que la que considera más relevante es la de los supuestos críticos. Presta también atención, aunque con menos énfasis, a analizar el grado de ajuste de las conclusiones.
El libro está lleno de ejemplos que acompañan e ilustran las recomendaciones metodológicas que se van formulando. Un ejemplo muy interesante aparece en el capítulo 4 cuando propone elaborar un marco explicativo del crecimiento de la desigualdad de la renta en Estados Unidos y en otros países desarrollados desde finales de los años setenta. Tras ilustrar el hecho estadísticamente, hace referencia a una serie de modelos propuestos para explicarlo. En primer lugar, comienza considerando la “prima de cualificación”(pág. 146) combinada con la globalización y el Teorema de Heckscher -Ohlin; comenta que la explicación no es completa y que quedan aspectos pendientes. Considera luego el “cambio tecnológico sesgado por cualificación” (CTSC)(pág. 150), pero tampoco logra dar cuenta de la desigualdad en toda su magnitud. Por último, hace referencia a explicaciones multifunción basadas en el amplio espectro de políticas y de cambios de actitud que se habían producido desde los años setenta. Rodrik concluye: “En última instancia, quedó muy claro que ninguna teoría por sí sola podía explicar totalmente la evolución de la desigualdad en Estados Unidos desde la década de los setenta. No se llegó a una conclusión definitiva pero se aprendió mucho por el camino” (pág. 151). Con esta ilustración y otros ejemplos que desarrolla en este capítulo 4, pone de manifiesto el camino a seguir para hacer análisis económico. Y, además, si se hace como él indica, no queda mucho margen para la crítica. Pero los economistas parece que, especialmente en los últimos años, no han hecho mucho caso de estas recomendaciones y, en lugar de prestar atención a la multitud de modelos confeccionados a la medida de una gran variedad de entornos, se han obstinado en buscar el modelo universal, único y verdadero.
En el capítulo 5, que titula “Cuando los economistas se equivocan”, se presentan dos ejemplos de cómo se siguió el camino erróneo y las consecuencias que se derivaron como son la crisis financiera internacional y el Consenso de Washington.
La historia de la crisis financiera comienza con la reprimenda que un profesor de la Universidad de Chicago, Richard Posner, echó a sus compañeros porque pensaron que otra depresión era imposible, no consideraron importante la presencia de las burbujas, creyeron que los bancos eran sólidos y seguros y, por último, que el volumen de la deuda nacional de Estados Unidos no era motivo para preocuparse. A la luz de este comentario, Rodrik escribe: “En suma, los economistas (y aquellos que les hicieron caso) sufrieron de un exceso de confianza en sus modelos preferidos del momento(los mercados son eficientes, la autorregulación funciona mejor que la regulación externa y la intervención del gobierno es ineficaz y dañina), olvidándose totalmente del resto de los modelos. Se hizo demasiado caso a Fama, y demasiado poco a Shiller” (pág. 166). Las consecuencias son bien conocidas por todos: desmoronamiento del sistema financiero internacional que lleva a una crisis profunda de la economía real.
El Consenso de Washington hace referencia a un acuerdo de los responsables de política económica de países en vías de desarrollo para impulsar el crecimiento de sus países. El acuerdo estaba basado en tres principios: estabilización, privatización y liberalización. El problema de este acuerdo es que se limitaba a ofrecer una receta universal, dando por sentado que todos los países en desarrollo eran idénticos. El resultado tampoco fue satisfactorio. Debería haberse pensado en modelos específicos que dieran cuenta de las particularidades de cada país.
Hasta aquí el resumen. El resto está dedicado a presentar una serie de comentarios agrupados en torno a los siguientes cuatro puntos:
- Libro descontextualizado
- Realismo
- Validación. Verificación. Aplicabilidad
- Proceso de generación y acumulación científica.
- Libro descontextualizado. Resulta sorprendente que un libro centrado en el método, tanto desde el punto de vista descriptivo como normativo, no trate de situarse dentro de las corrientes epistemológicas desarrolladas dentro y fuera de la Economía. No se encuentran referencias ni al positivismo, ni al Círculo de Viena, ni al falsacionismo, ni a los programas de investigación ni a los paradigmas por limitarnos a los iconos más conocidos. Pero lo que resulta más sorprendente es que no se haga ninguna referencia a las aportaciones de tipo epistemológico que se han hecho dentro de la Economía. No hay mención a la línea Mill-Robbins, a la que tanto se parece su propia propuesta; solo hay una referencia tangencial a la línea de Friedman cuando habla del realismo de los supuestos. Y resulta chocante que no cite a Keynes como mentor de su propuesta metodológica, cuando dicha propuesta parece calcar lo que, en su día, escribió Keynes sobre el método a seguir. Una simple cita a Boumans y David (2010) podía ayudar a aclarar algunos de los desarrollos del libro.
- Es loable el esfuerzo que subyace y recorre todo el libro para llamar la atención del economista sobre el tipo de ciencia que practica, lo que puede hacer y lo que no puede hacer, el tipo de regularidades que puede formular, etc. Referencias en este sentido se pueden encontrar desde la primera página hasta la última. En el primer párrafo del Prefacio, Rodrik escribe: “A mí me parecía, sin embargo, que la fortaleza de la economía reside precisamente en la teoría a pequeña escala, en el uso de un tipo de pensamiento contextual que esclarece la causa y el efecto, arroja luz, aunque sea de forma parcial, sobre la realidad social. Una ciencia modesta practicada con humildad...” (pág. 11). Y, en el último apartado del libro, se puede leer: “Aquellos economistas que se mantienen fieles a su disciplina, como Tirole, necesariamente deben ser humildes, pues si algo les enseña la Economía es que existen muy pocos temas en los que puedan expresar una opinión categórica”. Pero, al lado de este planteamiento posibilista y lleno de realismo humilde, que me parece muy conveniente, el tratamiento que el autor da a otras cuestiones me parece más discutible. Por ejemplo, lo que dice respecto a la experimentación. Para Rodrik, la imposibilidad de experimentar en Economía, por ser una ciencia social, no es una limitación importante. En el capítulo 1 del libro escribe: “La brecha existente entre los experimentos reales llevados a cabo en un laboratorio y los experimentos teóricos a los que llamamos “modelos” es menos profunda de lo que se suele pensar….Tal y como sucede con los experimentos reales, el valor de los modelos reside en su capacidad para aislar e identificar, uno por uno, los mecanismos causales específicos” (pág. 36). El problema es que los modelos permiten experimentar teóricamente pero no empíricamente, porque los economistas solo tienen una observación pasiva y no activa por lo que resulta imposible diseccionar la aportación individual empírica de cada factor explicativo. Es el problema de la identificación de la causalidad contemporánea que tantos ríos de tinta ha generado dentro de la Econometría. En este caso, la contextualización también habría sido útil citando, por ejemplo, a Hoover (2001), Angrist y Pischke (2015) y el capítulo 14 de Martin-Hurn-Harris (2013).
- Validación. Verificación. Aplicabilidad. Para Rodrik, los modelos depositados en las estanterías de la Economía están validados si el sistema de supuestos es coherente y si las reglas de inferencia deductiva se han aplicado correctamente. Pero el momento más importante es cuándo se decide aplicar un modelo a una realidad determinada. Es en este momento, cuando hay que dar entrada al arte de navegación entre modelos. Y lo que hay que hacer fundamentalmente, es verificar los supuestos críticos y las conclusiones directas. Verificar significa contrastar empíricamente los elementos de un modelo con los datos disponibles. La evidencia empírica es el único juez concluyente. Pero aceptado este principio, Rodrik no dice nada acerca de cómo llevar a cabo el contraste empírico. De hecho, no he podido encontrar ninguna referencia al término Econometría en todo el libro, lo cual resulta sorprendente porque la mayor parte de los recursos que la Economía ha dedicado a mejorar el contraste empírico lo ha hecho a través del trabajo econométrico. No basta con el sexto de los diez mandamientos para economistas que aparecen al final del libro como síntesis de lo escrito a lo largo del mismo: “La aplicación de un modelo al mundo real requiere evaluaciones empíricas explicitas, que son más un arte que una ciencia” (pág. 217).
- Proceso de generación y acumulación científica. A las preguntas acerca de cómo se genera y cómo se acumula el conocimiento científico, Rodrik da respuestas originales y, al mismo tiempo, discutibles. En lo que respecta a la generación, rechaza de pleno algo muy aceptado dentro de la epistemología: el método hipotético-deductivo. En el capítulo 2 escribe: “El trabajo de los economistas se aleja bastante del método hipotético-deductivo consistente en el planteamiento inicial de hipótesis que posteriormente son contrastadas con evidencia del mundo real. Por el contrario, una estrategia más común consiste en la formulación de modelos en respuesta a una determinada regularidad o resultado que los modelos existentes no logran explicar” (pág. 75). Aclara después que el inductivismo tiene que tener un mayor protagonismo pero sin decir que, en el punto de arranque, lo único relevante es el inductivismo puro, algo que ya quedó desterrado hace tiempo en la epistemología. Respecto a la acumulación del conocimiento, ya hemos comentado los aspectos esenciales: La Economía es como una gran biblioteca en cuyas estantería se van acumulando los modelos; no hay modelos progresivos frente a otros que son regresivos, ni modelos paradigmáticos que arrinconan a otros en el ostracismo; todos los modelos reciben la misma consideración y lo relevante es saber cuándo aplicarlos, prestando atención a la proximidad de los supuestos críticos a la realidad.
En definitiva, se trata de un libro interesante que aborda cuestiones metodológicas relevantes, que no son nuevas, pero que han cobrado un mayor protagonismo a lo largo de la gran crisis reciente. Propone una nueva metodología en torno a lo que llama “navegar entre modelos” que aunque, por lo dicho en este comentario, se puede cuestionar su operatividad en algunos casos, en otros puede ser útil. Está escrito de forma clara y comprensible con numerosas referencias a casos reales por lo que sería muy recomendable su uso para la docencia en una asignatura de economía aplicada y debería ser de referencia obligada para cualquier curso dedicado a estudiar la metodología de la Economía.
REFERENCIAS
Angrist, J. D. y J. Pischke (2015): Dominar la Econometría. El camino entre el efecto y la causa. Antoni Bosch.
Boumans, M. y J. B. Davis (2010): Economic Methodology. Understanding Economics as a Science. Palgrave.
Hoover, K. D. (2001): Causality in Macroeconomics. CUP.
Martin, V., S. Hurn y D. Harris (2013): Econometric Modelling with Time Series. Specification, Estimation and Testing. CUP.