Recensión de “La economía del bien común”, de Jean Tirole
1. INTRODUCCIÓN
El ensayo es un género que ha ido perdiendo importancia en el ámbito universitario, sin función en una docencia cada vez más simplificada pero más exigida en tiempos, coartada para lecturas reflexivas, y sin ningún tipo de valor en la métrica de la investigación, por lo que su coste de oportunidad es elevado no sólo cuando se escribe sino incluso si se lee, pues quien los cita despierta sospechas sobre su rigor y dedicación. Se ha debilitado, creo, una tradición literaria e intelectual muy potente, y olvidamos que muchos libros cuyo título empezaba como Ensayo sobre… han sido origen de disciplinas y teorías relevantes, entre otras, la nuestra.
De manera que una persona inteligente como el profesor Tirole escriba un ensayo sobre un tema tan sugerente como el del bien común es una suerte, en sí misma y por contribuir a mejorar una biblioteca económica poco reconocida en este género, aunque, como diré luego, en su interior haya luces y sombras, páginas muy sugerentes y bien argumentadas, seguidas de otras que no tanto, temas inesperados que se reciben con entusiasmo junto a omisiones y carencias de sistemática.
Jean Tirole ganó el Premio Nobel de Economía en 2014 por sus “análisis sobre las posiciones dominantes en el mercado y la regulación”, materias crecientes en importancia analítica y práctica desde finales del siglo pasado. En su biografía hay elementos específicos que han contribuido a moldear una personalidad excepcional muy competente para investigar con ingenio y rigor, pero sobre todo con amplitud de miras, en campos de segundo orden hasta que él y su grupo investigador se detuvieran en ellos y aplicaran herramientas novedosas.
En concreto, introducirse en la economía por un itinerario sinuoso, pues es como alumno de Ingeniería en Caminos y Puertos cuando a los 22 años tiene su primer contacto con la materia, entrena la mente a conducirse de manera más atenta por lo que sucede en los márgenes y con más flexibilidad para improvisar nuevas preguntas. Posteriormente, su carrera como investigador la desarrolló inicialmente durante la segunda mitad de los ochenta en el MIT, pero la prolongó hacia Francia en los noventa y desde entonces ha mantenido una doble presencia en la enseñanza superior de los dos países, con colaboradores del más alto nivel científico en contextos de tradición académica tan distante. También ha sabido trasladar una parte importante de sus conocimientos al mundo de la gestión pública, no sólo opinando sobre asuntos que afectan al conjunto de Francia, sino impulsando proyectos docentes e investigadores, como el Institute for Industrial Economics (IDEI) en Toulouse, cuya consolidación implica unas condiciones exigentes de sentido común y buen gobierno en sus promotores. De manera que en este economista francés confluyen una serie de circunstancias y rasgos propios que configuran una personalidad sabia, con muchas facetas de gran calado en conocimientos y experiencias, lo que le predispone para poder escribir con el carácter y la formación humanista que se presupone a los buenos ensayistas.
2. EL BIEN COMÚN
2.1. SU BÚSQUEDA Y LA CONTRIBUCIÓN DE LA ECONOMÍA
En La economía del bien común se aprecian esas cualidades referidas del autor, en especial la de saber encajar las realidades concretas en las representaciones abstractas de los modelos teóricos con un lenguaje sencillo y consistente, e introducir puntos de vista “contraintuitivos”, de los que hacen repensar las cosas en un tema controvertido como éste. En particular, su apertura intelectual, no sólo temática sino en la forma de razonar, predispuesta a atender problemas contiguos y reconocer la validez de argumentos opuestos, es muy meritoria en tiempos de fronteras estrictas en lo académico y de radicalismo en lo político.
El libro se estructura en cinco partes –Economía y sociedad, La profesión del investigador en Economía, El marco institucional de la Economía, Los grandes desafíos macroeconómicos y El desafío industrial- con los que se propone responder a dos preguntas que parecerían formar parte del título pues se anuncian en la portada: ¿Qué ha sido de la búsqueda del bien común? ¿En qué medida la economía puede contribuir a su realización?
Sin embargo, estas dos cuestiones son afrontadas, en mi opinión, de manera incompleta. Así, sólo se responde a la primera de ellas y en un espacio secundario y limitado, como son las cuatro primeras páginas del prólogo, el cual se extralimita de la habitual función protocolaria de presentación ya que se detiene en tareas explicativas pormenorizadas de las partes y del conjunto del libro. De hecho, es el único de los 18 capítulos, pues con todo esto adquiere un rango equivalente, en que las tesis fundamentales se vinculan entre sí con una cierta coherencia conceptual y expositiva, entrando en cuestiones de fondo compartidas.
En él Tirole plantea la búsqueda del bien común mediante el argumento del “velo de la ignorancia”, con el que evitar prejuicios y subjetividad en su definición. El criterio para tomar decisiones colectivas es que cada uno elija su opción como si desconociera cuáles son sus características particulares y, por tanto, el resultado final no fuera consecuencia de anticipar el cálculo individual. Es un concepto de largas raíces en la Filosofía Moral y la Ciencia Política que la Nueva Economía Institucional también ha recogido en importantes desarrollos analíticos no sólo en los términos clásicos de equidad y bondad, sino también para evaluar la eficiencia institucional, aplicaciones en las que no entra el autor. Opta por exponerlo de una manera muy escueta, simplificada y ya no es retomado en ningún otro de los asuntos posteriormente abordados, en muchos de los cuales daría mucho juego.
La segunda pregunta relativa a si la economía contribuye al bien común no es respondida de manera cabal, directa, en ninguna de sus páginas. Hay algunas alusiones entreveradas en distintas temáticas como cuando cuenta cómo y por qué decide estudiar economía, ilustrativas de una biografía inquieta que se preocupa por el mundo en que vive. También hay reconsideraciones ad hoc al hilo de los desafíos que aborda la economía (nada menos que diez capítulos se engloban en dos bloques titulados así). Pero no hay una verdadera reflexión en torno a las debilidades y fortalezas de la disciplina en sí misma, sobre qué métodos conviene aplicar, acerca de cuál es su papel para mejorar la sociedad, de los éxitos y fracasos inducidos como referencia central de la práctica política en los últimos tiempos.
Por tanto, este ensayo peca por causa de esas omisiones de una estructura desequilibrada, carente de reflexiones sistemáticas detenidas en que se rumien las ideas expuestas, que son muchas y bastantes de ellas muy específicas, necesitadas de algún tipo de reagrupamiento coherente al ser tantos y tan diversos los temas. Las preguntas en torno al bien común y a la capacidad de la economía para alcanzarlo son muy pertinentes pero inabarcables en un ensayo, razón por la cual hay que encauzarlas en algún tipo de relato bien estructurado, con aclaraciones sobre las opciones tomadas, y que tenga introducciones y conclusiones para reenganchar a un lector muy exigido con múltiples divagaciones. De manera que en una primera valoración del libro de carácter global, con relación a su planteamiento, señalaría que presenta una estructura interna descompensada e inconexa, sin una trama compartida a lo largo de los diferentes bloques temáticos.
2.2. CONTENIDOS
Con relación al contenido del libro, Tirole explica que ha seleccionado los temas de manera personal, sin tomar como referencia ningún canon académico ni político sobre lo que se entiende por el bien común. Su criterio ha sido que él mismo hubiera publicado trabajos de investigación al respecto y se trate de asuntos sociales relevantes. Es una opción legítima en la composición del índice, incluso inteligente, la de escribir sobre lo que se ha trabajado, y honesta, de lo que se sabe, pero vuelve a aparecer un nuevo desequilibrio entre lo que se entiende por el bien común, título del libro, extensible sin límites, y los contenidos con que Tirole lo aborda, forzosamente acotados. Además, las materias tratadas se estudian exclusivamente con relación a la regulación y las organizaciones que intervienen en ellas, dos ámbitos de la Economía Pública en los que el autor destaca, pero que prescinden de la actividad presupuestaria, muy importante para completar el análisis y su reforma. Por tanto, el título del libro resulta mucho más amplio que sus contenidos, tara casi irremediable cuando se escribe sobre los grandes temas, y de cómo se desmenuzan, cuestión ésta que sí podría haberse delimitado mejor.
Entrando en el detalle de las materias tratadas, en mi opinión hay tres partes diferenciadas aunque el autor distinga cinco bloques. Así, en el primer y segundo de estos, titulados respectivamente, Economía y sociedad y La profesión de investigador en la economía podrían consolidarse como uno solo porque hay una misma cuestión subyacente, la de explicar en qué consiste la economía y qué labor hacen los economistas, complementarias entre sí. Porque más allá de la célebre tautología, que identifica la disciplina con lo que hacen sus investigadores, existen epígrafes de sus respectivos capítulos cuyos textos serían intercambiables. En particular, el segundo capítulo contiene uno de los debates más interesantes del libro, Los límites morales del mercado, que en lugar de emplearse para describir la economía bien podría aludir a los juicios de valor que ha de afrontar un investigador, aunque, como decía antes del conjunto del libro, es tratado de manera muy breve, sin exprimir su potencialidad. También es una cuestión metodológica novedosa, que sitúa dentro del apartado sobre la profesión cuando encajaría mejor, creo, en el que desmenuza la Economía, la sencilla pero sugerente introducción que hace de la Economía del Comportamiento en el capítulo quinto. Tirole expone las modelizaciones de la personalidad, los diferentes homines economici, incorporando argumentos de la psicología y del resto de disciplinas sociales, en la línea que actualmente promueve (“knowledge across frontiers”) en el Institute for Advanced Study in Toulouse . Estos cinco primeros capítulos son muy amenos, se leen fácil y bien, porque junto a su interés analítico hay también ingredientes biográficos y experiencias como estudiante e investigador, que sazonan unos argumentos que si no podrían pecar de abstractos y técnicos.
La segunda parte es muy breve, y coincide con el tercer bloque temático, el que trata del marco institucional, dedicando un capítulo al Estado y otro a la empresa. En relación a uno y otro Tirole justifica sus posiciones intermedias y centristas en cuanto a postular una Política Económica en la que el mercado y gobierno sean complementarios, y reforzar la responsabilidad social como rasgo fundamental de las empresas. Trasluce un liberalismo reformista que, aunque asigne la primacía al sector privado, reconoce el papel central de los gobiernos para corregir los fallos del mercado.
Los desafíos, que el autor distingue entre los de carácter macro y los del ámbito microeconómico, son diez capítulos que responden a un mismo esquema argumental, en el que un asunto relevante para la sociedad es explicado de manera sencilla y comprensible, manejando conceptos y teorías económicas en su versión más simplificada posible, cerrándose con un epígrafe de conclusiones de índole reformista, sobre las posibles estrategias y políticas a plantear. Los grandes desafíos que Tirole denomina macroeconómicos también podrían denominarse globales, por cuanto su dimensión supranacional los define en mayor grado que el que se utilicen herramientas teóricas propiamente macro, pues en bastantes casos se tratan intercambios concretos de mercados específicos, o incentivos de agentes particulares. Son cinco capítulos en que se repasan sucesivamente los problemas medioambientales del cambio climático, el desempleo, la construcción europea, los mercados financieros y la crisis de 2008.
Con el mismo planteamiento, se tratan los desafíos industriales en otros cinco temas: la política industrial y de la competencia, la cadena de valor y lo digital, la economía digital y su impacto en la sociedad, la innovación y la propiedad intelectual, y la regulación sectorial. En estos casos el grado de especifidad es mayor, muy centrados en el análisis de las regulaciones como forma de intervención en esos nuevos mercados y actividades.
3. PROPUESTAS DOCENTES Y VALORACIÓN
De manera que La economía del bien común, con sus pros y sus contras, puede ser un libro muy adecuado en la enseñanza de las materias de Economía Pública. No como manual ni como bibliografía básica, dada su falta de sistemática, pero sí desempeñaría un importante papel como referencia complementaria de muchas de las asignaturas relativas al papel de los gobiernos, especialmente en las de carácter introductorio. En concreto, en tanto ensayo inteligente y bien escrito es idóneo para promover una tarea apenas ensayada en los grados, como decíamos al principio, pero fundamental para un “aprendizaje profundo” (Monasterio, 2006), como es la de fomentar una lectura detenida, crítica y de calidad, en la línea de lo que Finkel (2008) en Dar clase con la boca cerrada, proponía de “dejar que los libros hablen”. De manera que formaría parte, sin lugar a dudas, de la biblioteca sugerida por Ruiz-Huerta (2008:51) para unos profesores callados que enseñan a través de textos “que tienen hondura y son opacos, en el sentido de precisar de dedicación para ser comprendidos (…) de modo que se descubran a ellos mismos [los alumnos] ante el libro y trabajando para descubrir su significado”.
Con base en este tipo de lectura se podrían plantear diversos ejercicios que desarrollaran esas potencialidades, como estrategia docente de un curso introductorio en el que sentar las bases con cierta solidez, interiorizadas en el razonamiento, es conveniente. En principio, el que la mayoría de los capítulos sean expositivos, de alta divulgación pero sin llegar a entrar en materia investigadora, cosas que planteaba como una crítica del libro al inicio de la reseña, puede convertirse en virtud pedagógica al hacer de su sencillez una accesible plataforma de despegue para que los alumnos atraídos por un determinado tópico, se encarguen de buscar una bibliografía especializada que amplíe, actualice y complete la extensa nómina presentada por Tirole. La habitual búsqueda de información de calidad que instamos a nuestros alumnos puede tener como referencia sustantiva el contenido del libro, con suficiente variedad temática, y con una masa crítica bibliográfica suficiente que permite que la documentación por parte de los alumnos esté encauzada, no se haga en el vacío, y tome como ejemplos los textos aludidos por el autor.
También, aunque el libro es muy reciente con relación a la fecha cuando escribo esta reseña, apenas un año transcurrido, bastantes de los temas que integran los apartados denominados como “desafíos” avanzan a una velocidad política vertiginosa y, algunos de ellos, también teórica. De manera que pedir como ejercicio una actualización de lo sucedido desde su edición e interpretar esa historia reciente dentro de las coordenadas conceptuales manejadas por Tirole podría ser otro tipo de ejercicio planteable, que daría juego al talento, aptitudes críticas y capacidad analítica del alumno.
De los apartados más metodológicos, en los que Tirole se introduce con soltura e ilustra con amenidad, manejando materias novedosas como la Economía del Comportamiento o el uso del velo de la incertidumbre, se pueden proponer actividades que convirtieran a los alumnos en parte activa de los propios ejercicios, en una versión simplificada de Economía Experimental, aunque con metas didácticas. Como decíamos páginas atrás, el velo de la incertidumbre es una herramienta muy versátil en el análisis de las instituciones y de las políticas económicas. Es sencilla conceptualmente y fácil de ejecutar, aunque muy compleja en el análisis de sus resultados. Es decir, un muy buen esquema sobre el que hacer discurrir a los alumnos. Prácticamente cualquier institución podría ser evaluable a través de su razonamiento, por lo que tanto con relación a las reglas del juego político vigentes en la sociedad, como a las más cotidianas e inmediatas con que nos regimos en clase o en la facultad (criterios de evaluación, contenidos de un grado, reglas para asignar la escasez en erasmus u optativas, etc.) podríamos poner en tela de juicio el bien común. Aparece un campo a ejercitar muy sugerente en el que abordar las decisiones colectivas.
En tanto ciencia del comportamiento, la versión de homo economicus que manejemos es decisiva en la interpretación de la teoría económica. La exposición que hace Tirole en el capítulo La economía en movimiento es detallada y didáctica, mostrando los muchos matices que configuran la personalidad humana. De nuevo, introducir a nuestros alumnos en la duda sistemática y el razonamiento en torno a la consistencia de los supuestos antropológicos de nuestra disciplina con sencillos ejercicios sobre la motivación humana extraíbles de su cotidianidad puede ser un tipo de actividad muy sugerente, de las que concitan rigor, novedad y reflexión. Encontraríamos problemáticas ejercitables tanto con relación a decisiones en clase que midan su interés propio y altruismo, como con relación a la observación de conductas sociales relevantes acerca del fraude fiscal, el compromiso cívico, las transferencias entre familiares, etcétera. Estos dos casos citados como ejemplos de aplicabilidad del libro, velo de la incertidumbre y personalidad humana, nos introducen en aspectos metodológicos que aunque son muy pertinentes para el aprendizaje maduro y autónomo apenas son tenidos en cuenta en las asignaturas de grado, entre otras cosas por las dificultades de encontrar herramientas didácticas ágiles.
Finalmente, gran parte de los desafíos que estudia, tanto los macroeconómicos como los industriales, son muy controvertidos, en lo político y en los enfoques adoptados. Todos ellos son temas idóneos sobre los que promover debates individuales o grupales al hilo de las tesis expuestas por Tirole, que siempre que puede transparenta los juicios de valor adheridos y lleva a cabo explicaciones “contraintuitivas”, alejadas de los discursos políticamente correctos y con un estilo persuasivo claro y fundamentado.
De modo que La economía del bien común es un muy buen libro para ejercitar muchas de las aptitudes pedagógicas enumeradas en nuestras guías docentes y respecto de las cuales apenas sabemos encontrar herramientas que las entrenen.
En suma, nos encontramos ante un libro de más de quinientas páginas, muy interesante en sus contenidos, bien escrito, riguroso en sus explicaciones, honesto al explicitar sus posiciones éticas y teóricas, pero con aspectos mejorables, en mi opinión, en el planteamiento general. El hecho de que no exista un hilo conductor claro, unas tesis explícitas a las que hacer referencia, y que los numerosos capítulos aparezcan como piezas independientes, debilita esos otros aspectos muy positivos. Sin duda, la capacidad intelectual del autor se aprecia en todas sus páginas, ya que la redacción es sencilla y minuciosa en su base analítica y conocimiento de la realidad tratada. Por lo que valorado en su conjunto y con vistas a su uso docente, constituye un texto muy interesante para promover un aprendizaje maduro y profundo por parte del alumno, dentro de una dinámica docente participativa que estimule el rigor intelectual y genere una atmósfera universitaria tolerante, crítica y con talento.
Agradecimientos
El autor desea agradecer las críticas y sugerencias muy valiosas de un evaluador anónimo y los consejos de los editores.
REFERENCIAS
Monasterio, C. (2006). “Recensión de Lo que hacen los mejores profesores universitarios de Ken Bain”, e-pública, 1: 66-69.
Ruiz-Huerta, J. (2009). “Don Finkel. Dar clase con la boca cerrada”, e-pública, 6: 49-60
Tirole, J. (2017). La economía del bien común. Barcelona: Editorial Taurus.